Hace unos días en la nota Comer sin Tiempo hablabamos sobre cómo poco a poco se nos fue el tiempo de las manos, y cómo con el tiempo perdimos también parte de nuestras costumbres. Para volver a sentirnos útiles, activos y saludables, es necesario que retomemos algunos hábitos olvidados y comenzar a reflexionar en las ventajas que tiene volver a involucrarnos con nuestros alimentos.
Uno de esos productos caseros que ya casi no se ven es el yogurt. Seguro que vos conociste a alguien que lo hacía y te preguntabas cuál era el sentido de preparar algo que podias comprar ya elaborado, y es que la respuesta es simple, porque se puede. Y hoy en día deberias agregar a esto otros conceptos:
– Menor cantidad de deshechos plásticos.
– Menor cantidad o cero conservantes y agregados.
– Mayor frescura.
Es por eso que el fin de semana preparamos yogurt para aprovechar las frutillas que de a poco van apareciendo y por suerte disminuyendo su precio.
El yogurt es un derivado de la leche, el cual se fermenta mediante el agregado de bacterias (lactobacilos) que convierten la lactosa en ácido láctico. Al finalizar el proceso, el yogurt conserva la misma cantidad de proteínas y calorías de la leche original.
Preparar yogurt es muy fácil, sólo hay que calentar un litro de leche a 86°C, que sería mas o menos cuando empieza a humear y a «levantarse» un poco, en ese momento apagas el fuego y colocas la leche en un bowl plástico durante unos 20 minutos, hasta que alcance los 43°C o puedas meter un dedo sin quemarte durante unos segundos. En ese momento agregas dos cucharadas soperas de yogurt (preferentemente natural ya que los saborizados van a dejarte un poco del sabor original) y lo revolves un poco lentamente. Luego tapas el bowl con un paño limpio y lo colocás en un lugar cálido, como puede ser arriba de una heladera, o cerca de un calefactor. Esperás unas 4 o 5 horas (y hasta 8 horas) hasta que tomen la consistencia y acidez deseada. Si la temperatura es mantenida a 43°C el yogurt va adquiriendo cada vez mayor consistencia y acidez, por lo cual es necesario encontrar un punto medio a nuestro gusto, teniendo el cuidado de mantener la temperatura necesaria. Transcurrido este tiempo es hora de envasarlo, preferentemente en recipientes individuales (frascos) y llevarlo a la heladera para enfriar. Al envasar se le puede agregar azúcar o endulzantes, pero lo mismo podés hacer cuando lo vayas a consumir, y te queda un producto versátil para preparar comidas o acompañarlo con frutas y cereales.
Para probar nuestro yogurt elegimos unas frutillas que previamente cortamos y maceramos con azucar y agregamos un mix de cereales y pasas de uva que es perfecto para sumar un poco de crocante y sabor al yogurt.
El proceso es muy rápido y sencillo. Si te gustó preparar yogurt, no te olvides de reservar el último frasquito para preparar el siguiente. ¡A disfrutar!